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Migrar no salva a las mujeres nicaragüenses de la violencia y el femicidio

Durante el 2020, diez mujeres migrantes nicaragüenses fueron asesinadas en el exterior. En su búsqueda por mejorar su condición económica o huir de la violencia intrafamiliar encontraron la muerte. “Las mujeres migran para proveer sustento a sus familias, mejorar las condiciones de seguridad física y emocional y para no enfrentar situaciones de violencia”, según la Organización Mundial de la Salud, instancia que asegura que el 53% de la población migrante de Centroamérica son mujeres, y de éstas más de la mitad corresponden al flujo migratorio entre Nicaragua y Costa Rica. Esta es la de mayor importancia dentro de la región y la segunda más en toda Latinoamérica (OIM, 2013).

“En el 2020, cinco mujeres nicaragüenses han sido asesinadas en Costa Rica; una en El Salvador, tres en Honduras y una en Estados Unidos. La mayoría son personas de escasos recursos; sus victimarios, en algunos casos, son ajenos a su círculo familiar; y al igual que ocurre en el país, sus muertes quedan impunes”, según el Observatorio por la Vida de las Mujeres.

Esta situación de vulnerabilidad se topa con las dificultades de las familias de poder retornar sus cuerpos sin vida desde el exterior, pues además de costoso, el trámite migratorio, responsabilidad del gobierno de Nicaragua, ha puesto una serie de trabas para el acceso de certificación de identidades a personas que migran o desean acompañar los procesos de repatriación de las mujeres asesinadas, que requieren para su retorno legal o permanencia en otros países.

A mediados de noviembre, medios nacionales registraron el caso del femicidio de Yuri Vanesa Salgado Martínez, originaria de San Ramón, Matagalpa, ocurrido a manos de su nueva pareja en Honduras, de quien ni siquiera se pudo saber su nombre. Este caso se logró publicar por la denuncia de su hermano, al exponer las dificultades del proceso de retorno del cuerpo de la víctima, lo que puso en evidencia la falta de beligerancia del Estado de Nicaragua en dar cumplimiento a su responsabilidad en la repatriación de las víctimas de muerte en otros países.

Por ello, no todas las personas reportan las muertes de mujeres, lo que sugiere para algunas organizaciones de derechos humanos que exista un subregistro de asesinatos de mujeres en el exterior y que se callan por las dificultades de los trámites migratorios.

Es muy difícil hoy en día verificar los casos reales de asesinatos de mujeres en el exterior. “No se puede comprobar, pues las autoridades nicaragüenses como encargadas de otorgar los permisos de repatriación, llevan un registro más concreto, pero no hay un acceso conocido. Antes tenían un registro colgado de la web y ahora, no hay ni acceso ni hay publicaciones de la misma”, expresaron a La Quimera, funcionarias del Servicio Jesuita de Migración.

“Prácticamente de los casos que nos llegan o de los que podemos leer en los medios de comunicación, nacionales e internacionales, para el monitoreo mensual de las noticias sobre migración, es lo único con lo que contamos, pero, no hay un registro concreto de los cuerpos que entran repatriados”, sostienen.

El primer paso que se debe dar para el retorno de cuerpos de personas nicaragüenses que han fallecido en el exterior es contactar una funeraria, ésta se hará cargo de realizar una documentación, la cual debe llevarse a la embajada de Nicaragua en país para que autorice la repatriación. La funeraria debe contar con la documentación de sanidad, para la autenticación de que el féretro pueda ingresar al país de destino y debe tener un permiso especial por si la persona viene acompañada de algún familiar.

Pero, lo más complejo, es el costo que representa repatriar un cuerpo sin vida, partiendo de las condiciones de pobreza en que se encuentran las familias de las víctimas en su mayoría, asesinadas en países de la región. 

Tanto el familiar de Yuri Vanesa, como organizaciones de mujeres locales, dan cuenta que los costos de la funeraria, única autorizada para repatriar un cuerpo sin vida, son altos, sumado al abandono del Estado en estos casos, dificulta aún más el drama de las víctimas de femicidio en el exterior.

“Lo más doloroso de todo esto es el costo, recientemente nos solicitaron apoyo para la repatriación de una persona que falleció en España y eran cuatro mil dólares y nosotros damos lo mínimo, ni siquiera mil dólares podemos dar en esos casos, entonces la familia tiene que moverse y muchas veces la embajada de Nicaragua no brinda en su totalidad este apoyo. Hemos conocido que las familias realizan préstamos, y quedan con esa deuda o recaudan fondos en el barrio o lugar de donde son originarios. Hay algunas organizaciones que trabajan en tema migratorio que pueden colaborar, pero obviamente es lo mínimo porque tristemente no hay programas sociales que apoyen en este tipo de casos”, expresan las activistas del servicio jesuita de Migración.

TIMELINE

  • Las mujeres huyen de la violencia en su país de origen y repiten esta experiencia en los destinos donde emigran

La OIM ha identificado entre las razones de la migración de mujeres en la región: proveer sustento a sus familias, mejorar las condiciones de seguridad física y emocional y para no enfrentar situaciones de violencia.

De acuerdo a los datos de los censos de población de los países centroamericanos (rondas 2000 y 2010), se estima que en la región residen al menos 459,353 migrantes nacidos en algún país centroamericano. De este total 243,679 son mujeres, de las cuales el mayor porcentaje corresponden al flujo migratorio entre Nicaragua y Costa Rica.

La condición de vulnerabilidad de las mujeres, no termina en su lugar de origen, pues es una problemática que se repite en todos los países, según activistas de organizaciones de mujeres, el aprovechamiento de las autoridades de otros países, o bien de las personas, de los empresarios hace que las mujeres sufran explotación laboral, violaciones, maltrato físico o verbal y en el peor de los casos, encuentran la muerte.

Los principales destinos de las mujeres nicaragüenses que emigran es hacia España y Costa Rica. En España, según se desprende de los datos encontrados de destino preferidos para las nicaragüenses, porque ahí tienen mayores oportunidades de encontrar trabajos de cuidado de personas mayores o de preparación de alimentos. Sin embargo, los casos de femicidios ocurrieron, en este año, en países de la región, del total de diez registrados, el 80% sucedieron en Costa Rica, Honduras y El Salvador.

“Ellas van a España, cuidan niños o adultos mayores, o bien se hacen cargo de la preparación de los alimentos o del cuido del hogar, estas dos últimas cosas pasan en Costa Rica y en España, porque hay más labores de cuidado para ellas”, según los registros de solicitud de apoyo del Servicio Jesuita de Migración.

Tanto el Sistema de Integración Centroamericana, SICA, como otros organismos que estudian la situación de la mujer migrante en la región han identificado que éstas, experimentan violencia desde el país de origen y luego, en la ruta migratoria, bien puede ser en las fronteras, en las diferentes rutas o cuando llegan al país de destino. “Se enfrentan a explotación laboral, a trata de personas e incluso a violencia generalizada, que puede ser violación, maltrato. Hemos recibido algunos testimonios de que los mismos agentes de frontera les dicen «si pasas conmigo, te doy el pase porque te falta un documento», esto suele pasar en su mayoría cuando las mujeres van de manera indocumentada o incluso con sus papeles en regla”, denuncian las del Servicio Jesuita de Migrantes.

Otro problema que no se visibiliza en Nicaragua es la trata de personas, según activistas entrevistadas. “Las mujeres por la necesidad de salir del círculo de violencia, porque son madres solteras o mujeres que encabezan un hogar, están desesperadas por encontrar un trabajo y se van del país a la primera, sin indagar si el empleo que le ofrecen es real, entonces sufren de la trata de personas en algún prostíbulo o bien se enfrentan a la explotación laboral”, coinciden en afirmar.

  • Una migración que conduce no sólo a la muerte física, sino también a la muerte en vida

Si bien migrar es un derecho, ante la avalancha de mujeres que hoy suman el 50% de migrantes en la región, se deberían realizar campañas de prevención a las que se exponen cuando deciden salir de sus lugares de origen. Para ello, tanto organizaciones de mujeres, como programas de apoyo migrantes, han preparado una serie de recomendaciones, entre las que se destacan que si van a viajar lo hagan de manera legal, lo que no significa que una mujer por esta condición se libere de los abusos y violaciones que puede sufrir en el camino, pero si va informada, estos vejámenes pueden ser menores, que cuando viajan ilegalmente, ya que es conocido que cuando las mujeres y las niñas viajan ilegalmente acompañadas de hombres que cobran por pasarlas ilegalmente a otro país, sufren violaciones sexuales y aunque los hombres y los niños no son ajenos a las violaciones, las que más perecen son las mujeres y las niñas.

Para ayudar a revertir esta tendencia de desinformación de la violencia que viven las mujeres y las niñas migrantes, el Servicio Jesuita de Migración, lanzará una campaña en las redes que denominará: Viajar de Manera Segura Puede Salvarte la Vida.

Entre las recomendaciones de la campaña se destacan: informarse de los requisitos de entrada del país de destino; llevar la dirección del hospedaje; conocer a la persona que les recibirá.

“Si vas a estar hospedada, debes de tener un lugar verificado donde te vas a hospedar y si tienes una amistad, debe ser cercana a tu persona, porque se han dado casos que dicen que son amigos porque se conocieron en las redes, les dicen «en cualquier momento te puedes venir», pero no sabemos quién realmente está detrás de esa pantalla o de ese teléfono, entonces aquí también pueden ser víctimas de trata o de explotación laboral”, expresó una de las activistas del Servicio Jesuita de Migración.

Una recomendación importante, es que la persona que migra deje copias de todos sus documentos a utilizar en el viaje con un familiar cercano: pasaporte, cédula, lugar de hospedaje, teléfono. Es fundamental dejar copia de todo, no solo impreso, sino también en digital. De esta manera siempre tendrán a mano esta información.

Es importante contar a la familia más cercana, la ruta que tomarán las mujeres que migran y con quienes se van a encontrar, dejando sus números telefónicos, pues muchas desaparecen durante el viaje. La mujer no solo sufre violencia, también desaparece en la ruta migratoria.

“Nosotros tenemos un registro de seis mujeres desaparecidas en los últimos 10 años. Y lo más doloroso es decir también a las mujeres que viajan indocumentadas que vayan prevenidas por un embarazo, porque en la ruta migratoria pueden sufrir violencia sexual. Nosotros hablábamos con organizaciones de México y decían que era fuerte decirles a las mujeres que se pongan una inyección anticonceptiva, pero es la realidad porque muchas de ellas sufren de violencia sexual en el camino”, concluyen activistas del Servicio Jesuita de Migración.

De todas maneras, hace falta una estrategia común entre organizaciones de mujeres de la región que permita a las migrantes tener un espacio seguro de a dónde recurrir en caso de vivir violaciones a sus derechos humanos.

Agustina Cáceres, comunicadora social.

Carmen Herrera, comunicadora

Fotografía de portada: Registro del performance “El Día de las Mariposas” del Grupo Sotavento, Costa Rica.